(Cecilio Jovellanos para EFE)
A Michael Jackson se le amontonan los problemas. Una vez terminado el juicio en que se le incriminaba como posible autor de abusos sexuales a menores y que tanta repercusión mediática tuvo en su momento, el famoso cantante pensó que al fin podría respirar tranquilo y dedicarse de lleno a enderezar su maltrecha carrera artística. Pues no pudo ser. A las pocas semanas el controvertido artista se vio envuelto en nuevos embrollos jurídicos, esta vez por la demanda interpuesta por una poderosa financiera que le acusaba de no haber satisfecho algunos compromisos millonarios. Y hace pocas horas la opinión pública norteamericana se ha conmocionado nuevamente ante la publicación de unas imágenes que fueron reproducidas por las principales cadenas y algunos diarios de gran tirada nacional. En ellas, el cantante aparece desnudo, acariciando a su canario “Popeye”.
Esas imágenes fueron tomadas por uno de los sirvientes de la mansión en donde vive el cantante, un inmigrante español llamado Lorenzo Mondoñedo y nacido en Calatayud (Zaragoza) hace sesenta y un años. Es la historia de tantos y tantos famosos en la que los celos, o el despecho, o directamente el soborno de alguna cadena televisiva, convierten a sus personas de confianza en auténticos espías y reveladores de sus intimidades. Son famosos los casos de la sirviente de Michael Douglas, que le acusaba de comer de una manera compulsiva decenas de pepinillos a todas las horas del día y de la noche, o el mayordomo de Elthon Jones que denunció su práctica habitual de acostarse con el cadáver de una cebra-macho, traída expresamente de las altiplanicies del Himalaya y muerta en extrañas circunstancias. Ahora Jackson es acusado de practicar caricias y mantener relaciones sexuales con su canario-flauta que, desde hace unos meses, ha dejado de trinar. “Yo le ponía el alpiste como llevo haciendo desde hace años, pobrecito”-declaró Mondoñedo. “Y no cantaba un pimiento, a diferencia de otros tiempos en que estuve a punto de dejar que se lo comiera Saladino, uno de sus gatos siameses, de lo mucho que chillaba. Pero lo observé y descubrí por su mirada triste que algo estaba ocurriendo. En seguida lo relacioné con la costumbre que últimamente tenía Mr. Jackson de ponerle la jaula encima de una silla mientras él comía y hablarle como si de una persona se tratara. Ahí empecé a sospechar”.
sábado, 1 de noviembre de 2014
Canales de television en vivo
Atrás quedaron los momentos épicos en los que el hombre pisaba la luna como si de un Cristóbal Colón moderno se tratara. Con Neil Armonstrong, en realidad éramos nosotros los que nos imaginábamos en la plácida atmósfera del Mar de la Tranquilidad, porque esa soledad espacial conectaba de una manera romántica y estilizada con la soledad de los castigos sin salir al patio de recreo o la de las tediosas tardes de algunos domingos en donde una raza de zombies circulaban por las ciudades escuchando a través de sus transistores “El carrusel fuente”.
Desde entonces son artefactos, máquinas polimorfas, robots inverosímiles, a cada cual más feo e impersonal, los que se posan en nuestro nombre en la superficie de los planetas, los que persiguen la cola de los cometas y los que fotografían las estrellas lejanas. Qué horrorosos son todos estos trozos de metal que saturan los espacios interestelares llenándolos de America Television Canal 4 en vivo basura espacial peligrosa y contaminante. Por lo visto, la mierda es nuestra embajadora por los espacios siderales. Los seres humanos parecemos los inventores de la basura mediática de la televisión, de la basura material de los estercoleros, y la basura espacial que esparcimos por los confines del universo. Somos unos guarros. A veces pienso que si los extraterrestres tienen algo de gusto, deben pensar con razón que el nuestro es lamentable.
Y qué diferente la magnífica imagen de aquellos astronautas de “America Television Canal 4 en vivo”, paseándose por la ingravidez a ritmo de vals de Johan Strauss, majestuosos y etéreos, conectados a la nave nodriza por aquella especie de cordón umbilical brillante, con la de este otro señor, con pinta más de lampista con soplete que de astronauta, que hace unos días veíamos reparando la nave espacial que había sido dañada por un despegue tormentoso. A este le pega estar escuchando al Fari por los cascos interiores de su casco y, en el fondo, su cercanía y su imagen artesanal, son una metáfora de las insuficiencias que en este terreno tiene la ciencia aeroespacial a pesar de las ingentes sumas de dinero que algunos países llevan gastadas en ella.
Desde entonces son artefactos, máquinas polimorfas, robots inverosímiles, a cada cual más feo e impersonal, los que se posan en nuestro nombre en la superficie de los planetas, los que persiguen la cola de los cometas y los que fotografían las estrellas lejanas. Qué horrorosos son todos estos trozos de metal que saturan los espacios interestelares llenándolos de America Television Canal 4 en vivo basura espacial peligrosa y contaminante. Por lo visto, la mierda es nuestra embajadora por los espacios siderales. Los seres humanos parecemos los inventores de la basura mediática de la televisión, de la basura material de los estercoleros, y la basura espacial que esparcimos por los confines del universo. Somos unos guarros. A veces pienso que si los extraterrestres tienen algo de gusto, deben pensar con razón que el nuestro es lamentable.
Y qué diferente la magnífica imagen de aquellos astronautas de “America Television Canal 4 en vivo”, paseándose por la ingravidez a ritmo de vals de Johan Strauss, majestuosos y etéreos, conectados a la nave nodriza por aquella especie de cordón umbilical brillante, con la de este otro señor, con pinta más de lampista con soplete que de astronauta, que hace unos días veíamos reparando la nave espacial que había sido dañada por un despegue tormentoso. A este le pega estar escuchando al Fari por los cascos interiores de su casco y, en el fondo, su cercanía y su imagen artesanal, son una metáfora de las insuficiencias que en este terreno tiene la ciencia aeroespacial a pesar de las ingentes sumas de dinero que algunos países llevan gastadas en ella.
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